El brunch rompe el molde de la comida clásica. No es ni un desayuno ni un almuerzo, sino una combinación de relajación, indulgencia y creatividad. Reservado durante mucho tiempo a los fines de semana, se está convirtiendo en un ritual popular, distendido y relajado.
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¿Por qué combinar vino y brunch?
El brunch es una mezcla de dulce y salado. Varía según la estación, la cultura y el estado de ánimo del momento.
Por tanto, maridar un vino con un brunch exige precisión, pero también originalidad.
Los maridajes de brunch y vino ofrecen un abanico de placeres inesperados. Revelan los sabores de un plato al tiempo que aligeran su riqueza.
Un buen vino equilibra un huevo Benedict, refresca un croissant de salmón o acompaña a los frutos rojos.
Así que el vino se convierte en un sutil aliado en el brunch. Sólo es cuestión de elegir el adecuado.
Criterios que deben tenerse en cuenta
Antes de elegir un vino, fíjate en la composición del brunch. Contiene huevos, queso, fruta o embutidos?
El tipo de pan, la forma de cocinarlo y la salsa también influyen en el maridaje.
A continuación, adapte el vino al momento del día. Un vino para el desayuno no debe abrumar las papilas gustativas.
Prefiere los vinos ligeros, pobres en taninos y ricos en frescura.
Por último, pero no menos importante, se trata de la convivencia. El brunch suele compartirse con amigos. El vino debe gustar sin dividir.
Burbujas para empezar con buen pie
El vino espumoso sigue siendo una apuesta segura. Refresca, limpia el paladar y despierta las papilas gustativas.
Para un brunch clásico, un Crémant de Loire o un champán brut combinan a la perfección con los pasteles.
Con platos más salados, opte por un Prosecco. Su redondez va bien con quiches o huevos.
Si prefiere una versión afrutada, un Moscato d'Asti italiano causará sensación.
Las burbujas hacen que cada bocado sea festivo. Encarnan la esencia del brunch: ligeros, elegantes y accesibles.
El vino blanco, campeón de la polivalencia
Cuando el menú se vuelve más complejo, el vino blanco es la elección obvia.
Un Sauvignon Blanc combina de maravilla con huevos revueltos y quesos frescos.
Para platos a base de salmón o trucha ahumada, recurra a un Riesling seco. Equilibra la grasa con delicadeza.
Con queso de cabra o una ensalada agridulce, un Chenin Blanc aporta frescura y redondez.
Los vinos afrutados para el brunch tienen un valor incalculable. Su flexibilidad los hace ideales para maridajes sutiles.
Rosados frescos para un brunch veraniego
El vino rosado se está haciendo un hueco en la mesa del brunch, sobre todo en verano.
Ligero, fresco y afrutado, combina bien con tartas saladas, ensaladas mixtas o verduras a la parrilla.
Un rosado Côtes-de-Provence es el acompañamiento perfecto para un brunch mediterráneo.
Para un brunch más atrevido, pruebe un Tavel o un Anjou rosado más estructurado.
Los rosados pálidos suelen gustar a todos los invitados. Ilustran a la perfección el espíritu de convivencia del brunch.
Elige tintos ligeros y afrutados
Algunos brunch incluyen carne, setas o queso curado.
Un vino tinto puede ser entonces apropiado, siempre que sea flexible y bajo en taninos.
Un Pinot Noir fresco realzará una tortilla de champiñones o unas tostadas con jamón serrano.
Un Gamay de la región de Beaujolais sacará lo mejor de los huevos cremosos a la cocotte o de las rillettes.
Los tintos ligeros se sirven mejor fríos. Ayudan a equilibrar el sabor y añaden profundidad.
Dulces: no olvide el postre
Los platos dulces del brunch también merecen su propio vino. Las torrijas, las tortitas o la macedonia requieren maridajes dulces pero no pesados.
Un Gewurztraminer semiseco admite especias suaves como la canela.
Un suave Coteaux-du-Layon o Jurançon revela la riqueza de un queso blanco con miel.
Si su brunch va a contar con repostería más fina, elija un vino espumoso semiseco.
Los vinos afrutados de brunch tienen aquí su lugar, con encanto y ligereza.
Errores a evitar
Evite los vinos con demasiado tanino. Abruman los platos ligeros y desequilibran las papilas gustativas al levantarse por la mañana.
Cuidado también con los vinos demasiado amaderados o alcohólicos. Cansan el paladar y rompen la armonía del brunch.
Del mismo modo, no multipliques las botellas. Dos o tres opciones bien pensadas son suficientes.
Acuérdese siempre de combinar el vino con el plato principal y, a continuación, ajústelo según sea necesario.
Crear un brunch con vino en armonía
Para que el brunch y el maridaje de vinos sean un éxito, empiece por crear un menú equilibrado.
Mezcle texturas, sabores y colores. Añada ingredientes frescos y de temporada.
A continuación, seleccione dos o tres vinos: un espumoso, un blanco o rosado y un tinto ligero.
Sírvalo a la temperatura adecuada. Un vino blanco o rosado demasiado caliente perderá frescura.
Por último, no te compliques. El placer del brunch reside en la relajación, no en la complejidad técnica.
Algunas sugerencias de menús y maridajes
Brunch clásico: cruasanes, huevos revueltos, jamón blanco. Servido con Crémant brut o Chardonnay.
Brunch nórdico: pan negro, salmón, crema de limón. Servir con Riesling seco o Champagne extra brut.
Brunch dulce: tortitas, frutos rojos, sirope de arce. Servir con Moscato d'Asti o Gewurztraminer.
Brunch vegetariano: ensalada de quinoa, verduras a la parrilla, queso fresco. Servido con rosado de Provenza o Chenin.
Cada maridaje revela un aspecto del plato. Crea un ambiente de convivencia en torno al vino.
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